ONDA CERO TIERRAS DE JAÉN

martes, 3 de junio de 2014

El gesto

Hoy ha sido de día de reflexión. De analizar las diferentes versiones que del festejo de ayer se han escrito. Y todas tienen un mismo nexo de unión. El compromiso de un torero que fue a Madrid a confirmar su alternativa y también sus ganas de ser torero, y más adelante, figura del toreo. 
José Carlos Venegas dió la cara en todo momento. No se amilanó a pesar de que la lidia del sexto y su condición, animaban a tirar por la calle de en medio y asearse. Nunca lo ha hecho y ayer no iba a ser menos. 
En este momento...

...todos nos temimos lo peor.
Que el violento Cuadri le había partido la taleguilla y había hecho leña en sus piernas. El momento en que lo levanta por la corva, es dramático, pues parece que el toro le ha prendido y juega con su cuerpo.

Por fortuna no fue así y Venegas quiso demostrar que no había ido a confirmar sólo porque los toreos deben confirmar. Había ido, al igual que cuando ha ido como novillero, a mostrar en la primera plaza del mundo que tiene en mente abrirse un hueco en esto. A mostrar su personalidad torera, fría, helada, serena. 
Su particular andar por el ruedo, sin estridencias, sin gestos acelerados, a pesar de su juventud y su corto recorrido en esto. Rs un torero con mucha personalidad, algo que hoy en día se busca con ahínco. Y que cuando se encuentra, impregna. 
El público de Madrid ya ha tomado nota. Un tío de Beas, que creció quebrando toros por las calles de su pueblo y que decidió abrirse paso en esto poco a poco. Escribiendo despacio los renglones de su carrera. 
A mi, y no tengo que esconderlo, me cautivó desde la primera vez que le vi, desde la primera vez que lo entrevisté. Y me cautivó porque era un chaval normal, sin composturas, sin apariencias, sin buscar nada más que lo que yo humildemente le ofrecía, que era darse a conocer como un chaval de Beas de Segura que venía a matar una novillada sin caballos a Jaén. 
Recuerdo que llovía, salimos del plató después de las 3 de la tarde, creí que iba al hotel, pues daba por hecho que había comido antes de la entrevista. Me dijo que no había comido, pero que si comía bien, y sino, pues también. Tenía hambre de toros. Nos acompañaba José Luis Marín Weil. Fuimos a comer al Dalas.  Ya era tarde, le sonó el teléfono en varias ocasiones. Al otro lado del móvil se adivinaba un: ¿pero dónde estás metido, que toreas dentro de un rato?. Después, se marchó al hotel para vestirse de torero. Como el que va al Corte Inglés.
 En lugar de sangre, horchata, pensaba yo. Y después en la plaza, lo mismo, la quietud. El toreo "amanoletao". 
En el toreo no hay matemáticas. Sólo existen el don, el trabajo, el valor y la suerte. Venegas, hasta el momento cuenta con tres de esos parámetros, del cuarto se encarga el de arriba, o el destino, como ustedes prefieran.

  

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